En Lanzarote usamos palabras heredadas del portugués, el francés y otros idiomas que nos han influenciado.

¡Úsalas cuando quieras y la ocasión lo merezca! 😀

– Leche-leche. Café con leche y un chorrito de leche condensada.
– Amarillo-cola. Cubata de ron.
– Un quinto. Un botellín de 25 centilitros. Muerte a las cervezas templadas.
– Mi niño. No es que seas suyo, o que de repente te hayas marcado un Benjamin Button. Es la manera que tenemos, así, cariñosona, de referirnos a la gente.
Muchacho. Sinónimo de “tío”, “compradre”, “amigo”, “colega”. Nota: los muchachos pueden tener 90 años.
Chacho. Apócope de muchacho. Hay que ahorrar palabras. Hace calor. Viva la síntesis.
– Muyayo. Si aprecias tu vida, no lo digas.
Guagua. Te vamos a entender si dices “bus” pero aquí se estila la guagua.
Ropavieja. No la encuentras ni en el rastro ni en el armario: es un plato que se hace con los restos del puchero (cocido).
Morena frita. No pienses cosas raras: la morena es un pez cartilaginoso, un híbrido entre una culebra y Doña Rogelia.
Gofio. Harina de millo (maíz) o trigo tostado. Acompaña pescados o la leche del desayuno. Era el Tauritón de los majos, los aborigenes lanzaroteños.
Al golpito. Tranquilamente, sin prisa. Cambia tu mentalidad, estás en una isla de 60 kilómetros. Relaaaaaja.
– Enyesque. Aperitivo. Vermú. Tapita. Un algo para echarse a la boca.
– Asadero. Barbacoa. Puede ser en la playa o en la azotea de tu casa.
– Piña de millo. Mazorca de maíz. Está deliciosa asada o en un guiso.
– ¡Mándese a mudar! Pírate de aquí.
– Cholas. Entendemos sandalias y chanclas, pero aquí todos llevamos cholas para la playa.
– Enralarse. Animarse, coger carrerilla en el ánimo, estar felizmente exaltado.
– Cambarse la peluca. Divertirse a lo loco, desfasar, perder ligeramente el tino.